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La anemia con enfermedad crónica, un trastorno de complejo tratamiento

Una persona anémica es aquella que tiene una menor cantidad de glóbulos rojos de lo normal. Los glóbulos rojos (también llamados eritrocitos) contienen hemoglobina, proteína que da a la sangre su color rojo y es responsable de llevar oxígeno desde los pulmones al resto del organismo. El cuerpo necesita hierro para producirla, por lo que sin una cantidad suficiente de este mineral se generan menos glóbulos rojos, y por ende menos hemoglobina, lo cual provoca la anemia.

Usualmente la anemia mejora con un tratamiento con suplementos de hierro y una alimentación adecuada.​ No es posible corregir una anemia por deficiencia de hierro/deficiencia de hierro únicamente con una alimentación adecuada, ya que la biodisponibilidad es variable entre los alimentos.

Según el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de los Estados Unidos, las tres causas principales de anemia son: pérdida de sangre, no producir glóbulos rojos y destrucción de éstos a gran velocidad. Algunos trastornos que pueden ser motivo de anemia son los períodos menstruales muy abundantes, embarazo, úlceras, pólipos o cáncer del colon y trastornos hereditarios, así como una dieta que no contenga o es insuficiente en hierro, ácido fólico y vitamina B12, entre otros.

La anemia se diagnostica generalmente a través de un examen físico y de sangre y el tratamiento indicado para superarla dependerá del tipo de anemia que se sufra.

Tipos de anemia

Existen diversos tipos de anemia. Estas son las más comunes:

  • Anemia por deficiencia de hierro: Ocurre cuando se agota el hierro almacenado en el cuerpo, lo que hace que este produzca menos glóbulos rojos saludables. En este caso, las concentraciones de hierro son bajas, tanto en los tejidos corporales como en la sangre. Es la de mayor presencia a nivel mundial.
  • Anemia perniciosa. Causada por la falta de vitamina B12.
  • Anemia aplásica. Cuando la médula ósea no produce nuevos glóbulos rojos, glóbulos blancos ni plaquetas en cantidad suficiente, debido a que las células primordiales de la médula ósea están dañadas
  • Anemia hemolítica. Ocurre cuando los glóbulos rojos se destruyen antes de lo normal.

Anemia por enfermedad crónica

La anemia por inflamación, que es la que nos ocupa, es también conocida como anemia por enfermedad crónica o ACD (por sus siglas en inglés). Ataca a las personas que tienen dolencias que causan inflamación, como infecciones, enfermedades autoinmunitarias, cáncer y enfermedad renal crónica.

Si el paciente sufre este tipo de anemia, es posible que tenga una concentración baja de hierro en la sangre, lo cual impide que el organismo use el hierro almacenado para producir suficientes glóbulos rojos saludables. Es el segundo tipo más común, después de la anemia por deficiencia de hierro.

Si bien la anemia por inflamación puede afectar a personas de cualquier edad, los adultos mayores corren un mayor riesgo, al tener más probabilidades de padecer enfermedades crónicas que causan inflamación. En los Estados Unidos, por ejemplo, aproximadamente 1 millón de personas mayores de 65 años tienen anemia por inflamación. 

Por lo general, esta anemia es leve y moderada; es decir, las concentraciones de hemoglobina en la sangre están por debajo de lo normal sin llegar a estar gravemente bajas. Aunque si la anemia se agrava, la falta de oxígeno en la sangre puede causar síntomas, como cansancio o falta de aliento. La anemia grave puede ser potencialmente mortal.

En las personas con enfermedad renal crónica, la anemia grave puede aumentar la probabilidad de desarrollar problemas cardíacos.

La anemia por inflamación: casi sin síntomas

La anemia por inflamación generalmente se desarrolla lentamente y podría causar pocos o ningún síntoma. De hecho, es posible que el paciente sólo experimente los síntomas de la enfermedad que está causando la anemia, y no los que se presentan adicionalmente. Generalmente son los mismos que en cualquier tipo de anemia e incluyen:

  • Ritmo cardíaco acelerado.
  • Dolor en el cuerpo.
  • Desmayos o sensación de mareo o aturdimiento.
  • Sensación de cansancio o debilidad.
  • Cansancio inminente durante o después de la actividad física.
  • Palidez de la piel.
  • Falta de aliento.

Alertas con estos cambios

Los expertos piensan que cuando se tiene una infección o enfermedad que causa inflamación, el sistema inmunológico provoca cambios en el funcionamiento del cuerpo que pueden causar anemia por inflamación.

Entre estos cambios, es posible que el cuerpo no almacene ni use el hierro correctamente, que los riñones produzcan menos eritropoyetina, una hormona que le indica a la médula ósea (el tejido esponjoso dentro de la mayoría de los huesos) que producirá glóbulos rojos; que la médula ósea no responda y produzca menos glóbulos rojos de los necesarios y, finalmente, que los glóbulos rojos vivan menos tiempo de lo normal y mueran más rápidamente de lo normal.

En cuanto a las afecciones crónicas que la causan, algunas de las más comunes son las enfermedades autoinmunitarias (como artritis reumatoidea), cáncer, VIH/Sida, enfermedad renal crónica y afecciones intestinales inflamatorias (como enfermedad de Crohn o colitis ulcerativa).

¿Cómo diagnosticar la anemia?

Si bien la anemia por inflamación generalmente se desarrolla lentamente, se podría manifestar rápidamente en pacientes hospitalizados por infecciones agudas graves, traumatismos u otras afecciones que causan inflamación.

En algunos casos, los adultos mayores desarrollan anemia por inflamación que no está relacionada con una infección o enfermedad crónica subyacente. Los expertos considerando que el proceso de envejecimiento podría causar inflamación y anemia, usan la historia clínica y los análisis de sangre para descubrirla.

Luego de la historia clínica, un profesional de atención médica le preguntará al paciente sobre sus antecedentes de infecciones o enfermedades crónicas que pueden causar anemia por inflamación.

En lo que se refiere a los análisis de sangre, los especialistas los usan para detectar, no solamente signos de anemia por inflamación, sino también otros tipos de anemia, u otros problemas de salud.

Los hemogramas, o exámenes de sangre, pueden analizar muchas partes y características de la sangre, a saber:

  • La cantidad de glóbulos rojos.
  • El tamaño promedio de los glóbulos rojos.
  • La cantidad de hemoglobina en la sangre y en los glóbulos rojos.
  • La cantidad de glóbulos rojos en desarrollo, llamados reticulocitos, en la sangre.

Algunos de estos hemogramas y otros análisis se pueden combinar, en una prueba llamada hemograma completo, para examinar el tamaño, la forma y la cantidad de glóbulos rojos en la sangre.

Un profesional de atención médica podría también usar los análisis de sangre para verificar la cantidad de hierro en el organismo. Estas pruebas pueden medir el hierro en la sangre como la transferrina (una proteína en la sangre que transporta hierro) y la ferritina (proteína que almacena hierro en las células del cuerpo).

Si los resultados de los análisis sugieren que el paciente tiene anemia por inflamación, pero se desconoce la causa, un profesional autorizado podría realizar pruebas adicionales para encontrar la causa.

Los especialistas médicos tratan la anemia por inflamación enfocándose en la afección subyacente y en la anemia con medicamentos y ocasionalmente con transfusiones de sangre.

Hay que decir que los expertos aún no han encontrado una manera de prevenir la anemia por inflamación. En el caso de algunas afecciones crónicas que la causan, podría haber tratamientos para reducirla o prevenirla. En este caso, el paciente debe consultar con su médico sobre los tratamientos y seguir el plan terapéutico que le recomiende.

Objetivo de la SMS: reducir la anemia

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la anemia y sus consecuencias como un tema sensible. Así lo establece en un documento emitido en febrero en 2020, donde imparte una serie de orientaciones al respecto:

“Reducir la anemia es uno de los objetivos de nuestras actividades para erradicar todas las formas de malnutrición -sostiene la OMS-. Ahora bien, los progresos han sido limitados y sigue habiendo 614 millones de mujeres y 280 millones de niños en todo el mundo afectados por este problema (…). Las nuevas directrices también tratan la detección temprana de la sobrecarga de hierro (acumulación de hierro en el organismo), consecuencia por lo general de trastornos como la hemocromatosis hereditaria, la talasemia, transfusiones de sangre repetidas u otras afecciones que afectan a la absorción o regulación del hierro y que también pueden llevar al deterioro de la salud si no se tratan.

“Conocer mejor la prevalencia y distribución de la carencia de hierro y el riesgo de sobrecarga en la población, ayuda a los países a elegir intervenciones adecuadas y a supervisar y evaluar los efectos y la seguridad de los programas de salud pública. Por ejemplo, la carencia nutricional de hierro se observa habitualmente en poblaciones que también padecen enfermedades infecciosas. La evaluación exacta del estado del hierro en países con enfermedades infecciosas puede ayudar a establecer políticas de salud adecuadas.

“Las directrices de la OMS tienen por objeto ayudar a los Estados miembros y sus asociados a tomar decisiones de base científica sobre las medidas pertinentes en sus esfuerzos por reducir la carencia de hierro y mejorar la salud y la calidad de vida de las personas y las poblaciones.”

“El hierro -prosigue el documento de la OMS- es un elemento esencial con funciones importantes, como el transporte de oxígeno, la síntesis del ADN y el metabolismo muscular. La carencia de hierro es la principal causa de la anemia, la deficiencia nutricional más prevalente en todo el mundo: afecta al 33% de las mujeres no embarazadas, al 40% de las embarazadas y al 42% de los niños.”

“En los adultos, la carencia de hierro también puede conllevar efectos negativos, como fatiga, menor rendimiento físico y descenso de la productividad laboral, además de afectar a las actividades sociales”.

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